
Si ya es difícil poner salsa a una relación de muchos -no sé cuantos- años, más lo es cuando te levantas junto a un peludo punk que quiere ser sedado, las aerolíneas, tener algo que hacer, esnifar pegamento y ser mi novio, a la vez que no quiere crecer ni ser enterrado en el cementerio de animales, sin renunciar a enterrarme a mí con otras muchas y continuas exigencias.