
Parecida pinta tienen y algo similar deben sentir esos energúmenos de dos ruedas que no pararán aunque vean que caen como moscas, que se están cargando el deporte que les da de comer y al que los patrocinadores no van a querer ni acercarse, y a los que ya no podemos mirar sin imaginárnoslos con una jeringuilla colgando del brazo.