
Cuando existen problemas reales, parece que los responsables de cualesquiera negociados, públicos, privados o espirituales, tienen enormes dificultades para desarrollar o llevar a cabo respuestas eficaces. Puede también ser, si no es mera incapacidad, que aparten la vista cuando se cruzan con ellas: cogerlas supondría un compromiso, porque malacostumbraría a los beneficiados y subiría el nivel de exigencia. No sé; siempre he pensado que este es un país que fomenta las ineficiencias para crear empleo para los muchos que menciono arriba y una ficción de calidad de vida. Ahora, ante el Armagedón, es el momento de demostrar para qué llevamos la corbata.