
–Pues lo último que sé de él es que pasó la nochebuena
encerrado en un ascensor con una anciana. Llevaba, por suerte, un salmón, de
esos envasados al vacío, que le habían regalado.
–Entonces, ¿no sabes la que montó el otro día? Resulta que
se encontró con su exnovia por la calle y la propuso tomar algo. Mientras ella
hablaba, se fijó en aquel cutis desértico del Colorado, en ese pelo muerto, en
los colgajos que empezaban a bajar como telones. Un relámpago de recuerdos de
cama y besos, la náusea, la arcada y una vomitona que arrastró fuera todo lo
que acababa de comer, que debía ser mucho y lasaña, como siempre. Inundó la
mesa y salpicó abundantemente a...
El resto del grupo estaba ya acostumbrado a que aquellos dos
hablaran de E en sus reuniones. Hacía años que lo hacían.
–Ahora tiene un grupo de rock sinfónico. Está intentando
ponerle música al Plan Contable. Además es el presidente de su comunidad de
vecinos.
Habían empezado con el jueguecito casi por casualidad,
alargando un duelo de ingenios al ver que los demás preguntaban, intrigados, de
quién hablaban. Cada uno había puesto mucho en el personaje: deseos ocultos y
manifiestos, frustraciones, amores y odios, ideales y miedos, rasgos de
historia, cine y novela; incluso un emblemático jersey de cuello alto.
Increíblemente tarde, pero como no podía ser de otra manera
entre humanos, surgió la disensión entre los padres, y eso afectó a su
criatura.
–Sé que es un tema delicado, pero creo que debes saberlo: E
va diciendo por ahí que se ha acostado con tu mujer.
–No te creas todo lo que oigas. A mí, por ejemplo, me han
contado que intentaste besarlo y que tuvo que pararte porque estabas como una
moto.
El ser imaginario que había sido la alegría de la fiesta, el
polifacético, multiuso y mundano E, se fue oscureciendo. Ya no era el
incansable viajero misterioso y desinhibido, playboy y bon vivant; ahora era un
síntoma de enrarecimiento, una unidad de tensión, un pecado capital.
Tiempo después, la noche en que su amistad salió a nado del
alcohol, tocada pero viva, decidieron que ya nada podría volver a ser igual,
porque aquel hombre se había pasado de la raya.
–¿No lo habéis visto en los periódicos? ¿No?, ¿ninguno?...
Parece ser que E estaba metido en algo muy feo: un doble asesinato y un
secuestro; complicidad y encubrimiento, presuntamente. Prefirió tirarse por la
ventana –octavo piso– a que lo detuviera el F.B.I.
Y todos se quedaron en silencio.