Unos buenos padres deben siempre mirar por el bien de sus hijos. Auténtica lección la que nos han dado los de Natascha Kampusch, la niña austriaca que dejó de serlo durante los ocho años que estuvo secuestrada por un tipo muy feo que se suicidó cuando se le escapó la prisionera.
Aunque, por lo que vimos en la entrevista que emitió Antena 3, la muchacha ha pasado horas autodidácticas de arte dramático ante el espejo de su zulo; el apoyo paterno ha sido total: posponiendo lloros y lamentos, no han dudado en fomentar la vocación de su hija, financiando, supongo que con lo ahorrado durante el periodo en el que el electricista paranoico asumió la manutención, los costes de asesoría para convertirla en contenido mediático por un tiempo suficiente para garantizar su futuro (también el de Natascha).
Aunque, por lo que vimos en la entrevista que emitió Antena 3, la muchacha ha pasado horas autodidácticas de arte dramático ante el espejo de su zulo; el apoyo paterno ha sido total: posponiendo lloros y lamentos, no han dudado en fomentar la vocación de su hija, financiando, supongo que con lo ahorrado durante el periodo en el que el electricista paranoico asumió la manutención, los costes de asesoría para convertirla en contenido mediático por un tiempo suficiente para garantizar su futuro (también el de Natascha).