Hace unos días, charlaba en corro con una serie de personas del ámbito político-municipal cuando de la boca de uno de ellos salió la famosa frase:
- todo el mundo tiene un precio
- yo no, respondí inmediatamente
Dirigió su mirada hacia otro de los presentes y continuó:
- imagina que te aseguran el futuro de tus hijas con chorrrocientos millones…
Se acabó, pensé. Encima el tipo este apela al argumento del buen padre. Y realmente se acabó la conversación que pasó a ser uno de mis discursos al estilo Mussolini en el balcón. Últimamente, muchas de mis conversaciones terminan así.
Ayer saltamos del buen padre al buen hijo: Paco “el pocero”, en su surrealista rueda de prensa, hablaba de las estatuas de sus padres que estaba instalando en las rotondas de su famosa urbanización; pero, ya lanzado, se presentó como un mesías benefactor que trabaja para el desarrollo de los pueblos atrasados y para que los jóvenes puedan acceder a la vivienda en Seseña al módico precio de 33 millones de pesetas (parece ser que algo más) por cada derecho constitucional. Además, nos demostró que la cultura y el conocimiento son elementos prescindibles a la hora de crear riqueza.
Otros argumentos que he escuchado de boca de los “cleptoseres” son el de la tradicional ayuda al partido o sea, a la causa, al servicio público, a la sociedad; o el de la injusticia que se está cometiendo conmigo: si mis superiores no ven lo que valgo, me encargo yo de pagarme lo que merezco.
Opino que ya es hora de que pasemos a la tercera fase, esa en la que este tipo de ladrones se comporten como el delincuente común. Que dejen de buscar excusas o de poner paños calientes a su conciencia inoperante. Robamos, matamos o traficamos porque el dinero es Dios, y ganarlo como sea una experiencia religiosa.
- todo el mundo tiene un precio
- yo no, respondí inmediatamente
Dirigió su mirada hacia otro de los presentes y continuó:
- imagina que te aseguran el futuro de tus hijas con chorrrocientos millones…
Se acabó, pensé. Encima el tipo este apela al argumento del buen padre. Y realmente se acabó la conversación que pasó a ser uno de mis discursos al estilo Mussolini en el balcón. Últimamente, muchas de mis conversaciones terminan así.
Ayer saltamos del buen padre al buen hijo: Paco “el pocero”, en su surrealista rueda de prensa, hablaba de las estatuas de sus padres que estaba instalando en las rotondas de su famosa urbanización; pero, ya lanzado, se presentó como un mesías benefactor que trabaja para el desarrollo de los pueblos atrasados y para que los jóvenes puedan acceder a la vivienda en Seseña al módico precio de 33 millones de pesetas (parece ser que algo más) por cada derecho constitucional. Además, nos demostró que la cultura y el conocimiento son elementos prescindibles a la hora de crear riqueza.
Otros argumentos que he escuchado de boca de los “cleptoseres” son el de la tradicional ayuda al partido o sea, a la causa, al servicio público, a la sociedad; o el de la injusticia que se está cometiendo conmigo: si mis superiores no ven lo que valgo, me encargo yo de pagarme lo que merezco.
Opino que ya es hora de que pasemos a la tercera fase, esa en la que este tipo de ladrones se comporten como el delincuente común. Que dejen de buscar excusas o de poner paños calientes a su conciencia inoperante. Robamos, matamos o traficamos porque el dinero es Dios, y ganarlo como sea una experiencia religiosa.