Hay gente que, sin quererlo, sale rara, y como tal gente rara se comporta. Su entorno lo nota, lo acepta, y ahí suele quedar la cosa. Pero que los telediarios de todas las cadenas reseñen un matrimonio gay –entre lesbianas-; transexual -ambos contrayentes nacieron varones, aunque luego se operaran para convertirse en mujeres (una casi consiguió parecerse a René Zellweger, aunque después de aguantar trece asaltos a Oscar de la Hoya)-; cuyos miembros se conocieron en un chat, ya con el sexo que sentían les correspondía y al que su iniciativa y su valor (¡vaya huevos!) les llevaron; pese a ser uno o una argentino o argentina, de 50, y el otro o la otra mejicano o mexicano o mejicana o mexicana, de 25; me parece hacer noticia de un hecho tan normal como que el amor pueda surgir entre personas con comunión en la rareza o en la afición, independientemente de su sexo.
Iba a reflexionar sobre el nombre que habría que ponerle a esta unión, dado que “matrimonio” no gusta a nadie, pese a que todos aceptemos que cada cual se case con quien le venga en gana (salvo que no me guste el ser en concreto), pero al encontrar esta noticia, nueva para mí, prescindo de hacerlo (¡¡¡”homomio”!!!).
Si alguien entiende lo que he escrito, que me lo diga y, si puede ser, que ponga comas y puntos y coma en su sitio.
Iba a reflexionar sobre el nombre que habría que ponerle a esta unión, dado que “matrimonio” no gusta a nadie, pese a que todos aceptemos que cada cual se case con quien le venga en gana (salvo que no me guste el ser en concreto), pero al encontrar esta noticia, nueva para mí, prescindo de hacerlo (¡¡¡”homomio”!!!).
Si alguien entiende lo que he escrito, que me lo diga y, si puede ser, que ponga comas y puntos y coma en su sitio.