
Parece evidente que, en un determinado momento, los etarras supieron que la pareja era de la guardia civil. Igual de obvio es que los agentes nunca supieron -o sólo durante un fogonazo final- que aquellos individuos eran etarras, pues de lo contrario no se hubieran marchado tranquilamente hacia su coche dándoles la espalda y la nuca.
Mi teoría, políticamente incorrecta, es que fueron los guardias civiles los que provocaron a los que en ese momento considerarían gente con pinta chunga -esa de la que ya hemos hablado-; quizá estaban hablando en Euskera. En el rifirrafe surgieron la bravuconería y la imprudencia. Parecía que todo había terminado, pero los etarras se quedaron atrás y decidieron rápido, calientes aún, convertir su potencialidad consciente en realidad y convertirse legalmente en asesinos.
Deberíamos sacar una conclusión y aprenderla como lección: a la hora de ejecutar la venganza que esto clama, debemos estar alerta y disparar sin preguntara a cualquiera que no nos guste, no vaya a ser que nosotros le gustemos menos todavía.