Algún mecanismo de defensa hace que solamos olvidarnos de lo malo - al menos lo neutralizamos-, potenciando lo bueno en una suerte de optimismo retroactivo. Sólo un corto momento presente puede inquietarnos, pero pronto pasa a ser pasado limpio de todo mal recuerdo. Lo de hoy será bueno mañana, y en el punto final todo lo habrá sido. “Qué graciosa era aquella rata que corría por la chabola en la epidemia de peste del 73 y nos mordía las orejas por las noches”.
Ahora que estáis muertos, os recuerdo como personas agradables, inteligentes y divertidas, guapas incluso. Os quiero más que cuando estabais vivos. Conmigo os pasará lo mismo. En ese afán de ser amados, es el de muerto el estado en el que más oportunidades tenemos.