
Nos lo comunicó feliz, y aguantó estoico y sorprendido la catarata de vituperios -su término favorito- de rigor. Una vez nos desahogamos, contó sus intenciones: la misma tarde del estreno llamaría diciendo que le había surgido algo y que no podría acudir. Como siempre, prefirió cualquier cosa a quedarse callado y razonó largo sobre cómo su conducta estimularía no sé qué que es magia pura con las mujeres. Habló de misterio y de ahorrarse el billete de avión y el alquiler del smoking. Luego, alguien le llamó imbécil; se enfadó y se marchó. Ya nos contará,…supongo.