Tuesday, January 01, 2008

De costumbres y tradiciones

Atado por mi cabezonería de costumbre y tradicional, me dispongo a observar desde fuera como miles de grandes familias se reúnen otra vez alrededor de pequeñas mesas para comer como pueden, como ardillas, con los codos clavados en los costados, lo que les quepa entre la mesa y la pared. La estampa me recuerda un submarino, éste un ataúd, y el ataúd la anécdota que ahora cuento.
Hace un año -creo que algo escribí- murió mi amigo Z. Como las familias, Z era de costumbres, así que no pude evitar hacer un experimento que demostrara, una vez más, lo permanente de las cosas: en pleno entierro, saqué mi teléfono y busqué el número de móvil del muerto. Pulsé y, como yo pensaba, una fanfarria polifónica sonó dentro de la caja y muy por encima de la melopea sin sustancia que soltaba el cura. Me aislé del escándalo que montaron viuda, huérfanos y acompañantes en el sentimiento para dejar un mensaje en el buzón de voz.