Tuesday, August 04, 2009

El coche robado

E no suele salir. Las pocas veces que lo hace, no suele beber; y las contadísimas que bebe, nunca conduce después. Aquel día hizo las tres cosas, aunque aseguró que controlaba. “Soy neurocirujano”, dijo, dando a entender, sin ofender, que sus cualidades no eran comparables con las de un 99,9% de los seres humanos.
Aparcó el coche –un BMW serie 5 Berlina comprado hacía un mes–, llegó a casa ondulando y se acostó.
A la mañana siguiente el coche había desaparecido. Pasó por una comisaría cercana y denunció el robo. Llamó al hospital y pretextó un insoportable dolor de hormonas: no se veía capaz de afrontar una jornada laboral con el trauma de la violación de la que se sentía víctima.
Rumió su indignación durante semanas: ¿adónde iban a parar sus impuestos?, ¿qué hacían con ellos, además de agujeros, aquellos delincuentes? ¡Quedárselos!, claro, ¡qué si no! ¿Qué sistema era aquel...? ¿En qué burdel estaría la policía mientras...? Desatado, plasmó estos y otros pensamientos en decenas de cartas a los directores de docenas de periódicos. Pocos, individualmente o formando grupo o institución, se salvaron de sus reproches. A sí mismo, sin embargo, sólo pudo echarse en cara lo que era parte de su ser: la tacañería -aunque no la llamó así en su reflexión-; al fin y al cabo, ese coche bien hubiera merecido una plaza de garaje.
Pasó el tiempo, cobró la indemnización del seguro –ridícula, en su opinión– y se compró otro coche: misma marca, mismos modelo y color.
Cierto día, al volver de trabajar, tras más de veinte minutos dando vueltas, encontró un espació para aparcar en batería en la primera calle paralela a la suya, justo en el lado del bloque opuesto al de su portal. Al volverse para cerrar con el mando, reparó en el vehículo estacionado justo al lado. Era de la misma marca y del mismo modelo que el suyo, también del mismo color, amarillo, aunque éste estaba algo polvoriento; y dentro, junto al san Cristóbal, en un marquito pegado sobre el salpicadero, las fotos de sus hijos: “Papá, ten cuidado”.