Friday, November 06, 2009

Noche mágica

Hacía más de dos horas que esperaba, inmóvil, sentado en aquel salón en el que primaba el blanco. Por fin oyó la llave que abría la puerta principal. “Perdona, cariño, pero es que había mucho tráfico. No tardo nada; me pego una ducha rápida y nos vamos.” No contestó.

Llevaban casados mucho tiempo y la consideraba uno de los pilares de su vida; aunque siempre le quedó, como a todos los hombres con dinero, una sombra de duda sobre lo que su amor tenía de verdadero.

Se acercó a la nube de vapor. La silueta desnuda que traslucía el cristal le hizo ver nítidamente la película que le había contado el detective. Corrió la mampara. “¿Qué haces? No tenemos tiempo para jueguecitos.” La agarró del pelo y tiró. Ella resbaló y cayó a plomo. Sentado encima, bloqueándole los brazos con las rodillas, apretó su cuello con fuerza. Veía sexo y deshonor; veía también las consecuencias que tendría lo que estaba haciendo, pero veía sexo y humillación. Aquello costaba más de lo que había imaginado. Soltó la mano derecha, cogió la escobilla del váter y se la clavó en la boca abierta, con violencia, descargando su peso sobre ella mientras la retorcía. El pataleo se detuvo. Le echó una toalla por encima de la cabeza de suerte que al caer adoptó forma de tienda de campaña. No le pareció digno, así que retiró la toalla y la escobilla, tomó el cuerpo en sus brazos y lo llevó a la cama. Le fastidió que aquella mueca fuera el último recuerdo, quizá el que se superpondría a cualquier otro.
Se puso ropa seca, bajó al garaje, y, en su Audi, sin pensar, como un autómata, recorrió su ciudad. Era verdad lo del tráfico. “Seguro que el alcalde está hoy allí.”

Aires de batalla. Ambiente de las grandes noches. Intuía que esa sería autor de algo importante. Llenaría periódicos. Aquella tensión era su alimento. Seguía sintiéndola cada vez, por muchos años que pasaran. Los prolegómenos, el túnel, el ruido como de caballos; la luz que se acerca y estalla en aquel rugido. Nudo en la garganta. Cuartos por fin. Vuelta contra el Chelsea; dos a uno en Londres. Se preguntó, ingenuamente, si sería ese su último partido. “Bueno, sí, ¿no?”