Me encontré este trasto encima de una mesa en casa de mis padres. Parece ser que lo inventaron para que los astronautas hicieran ejercicio en ausencia de gravedad. Estaba decidido a robarlo, pero al final, y aunque robar a los padres no remuerde tanto como robarle a una vieja, me compré uno nuevo. Desde entonces, todos los días dedico un rato a hacer el gilipollas con la bolita; y encima casi me he enterado de lo que es un giroscopio. El que se aburre es porque quiere.