Tuesday, June 10, 2008

Diario del empresario del año

Ahora que ya puedo obligar a mis esclavos a trabajar hasta 65 horas a la semana, estoy estudiando la forma de conseguir que me sigan queriendo. Por supuesto, no tengo la menor intención de gastarme un euro, pues ya he dicho muchas veces que no quiero que me quieran por dinero. Mi empresa no da para recompensas, aunque llevo años jugando con los nombres de los puestos; incluso he creado un pequeño programa que ordena aleatoriamente una serie de términos -“director”, “jefe”, “área”, “sector”, “promoción”, “desarrollo”, “delegado”…, y algunos más-. Suelo anunciar los cambios en elegantes comunicados de régimen interior en los que felicito a los que asumen nuevas responsabilidades: esas que describo con expresiones inconcretas y auto-referentes como “analizar nuevas posibilidades de negocio en el ámbito de su competencia funcional”. Les deseo sinceramente que el nombre del cargo les sirva al menos para ligar con alguna buscona a la que impresione, porque, repito, el sueldo no se toca. (¡Cómo son las mujeres! A nosotros nos da igual su trabajo; como si acaba de salir del Burger King; mientras se duche.)
Bueno, os dejo, que tengo una comida de confraternización con mi equipo, con mi segunda familia. Algún día, cuando le quiten la escayola a mi mujer, os presentaré a los que forman la primera y os contaré como los educo.