El otro día hablábamos de Auschwitz, la última obsesión (en la COPE ha gustado el tema y lo han adaptado a tres o cuatro de sus cruzadas). Hagámoslo un poco más. Existían tres campos principales: Auschwitz I, departamento de administración; Auschwitz Birkenau, departamento de exterminio; y Auschwitz III (Monowitz), la empresa de trabajo temporal que suministraba mano de obra esclava a la factoría del consorcio I.G. Farben. Cuando llegaba un tren, se hacía una selección, sin entrevista. Derecha era trabajo, izquierda gas; o al revés, no recuerdo.
En el mundo laboral hay mucha gente que, aplicando el criterio de su capacidad, debería haber ido a las cámaras. Sin embargo, las empresas los asumen, haciéndose conscientemente obesas, eso sí, a cambio de ciertos favores que la Administración Pública les hará en forma de negocio. Esta, como encargada de alimentarnos y de mantener dignos y presentables ciertos indicadores económicos, acoge en su seno otra parte del excedente. Este círculo ineficiencia-corrupción es uno de los motores de nuestra sociedad. Suele pertenecer a este colectivo el tipo de empleado que siempre se considera infravalorado y es continuo mendicante salarial. Dependiendo de la actividad de las empresas, pueden ser simples payasos o enfermedades mortales, como Jérôme Kerviel, el broker de Societé Generale que, aunque alguien pueda considerar héroe o genio, ha hecho perder a su banco 5 mil millones de Euros. Ahora el sistema tendrá que reajustarse: para recuperar lo perdido se regulará empleo y unos cuantos irán a la calle, seguramente muchos que no lo merecen. Es el momento de los números, el de sálvese quien pueda.