Wednesday, January 10, 2007

La rata

Algo me ha traído a la mente a aquél viejo amigo que encontró en la calle una cría de bicho desconocido que luego resultó rata de alcantarilla. Mientras el desarrollo mantuvo incógnita su naturaleza, el ser aprovechó los grandes corazones de mi amigo y su familia y se instaló en una jaulita en la que la genética, la buena alimentación y la falta de ejercicio acabaron embutiéndolo.
El bicho se ajustaba fielmente a la mala imagen de su raza. Incluso le dio por emitir con frecuencia esos chilliditos que no sé si tienen nombre.
A pesar de las presiones, mi amigo hizo causa de su amor por la rata. “La quiero”, decía cada vez que alguien se atrevía a comentar sobre el espectáculo que ofrecían la jaula y su habitante encima de la mesita camilla, con la cola colgando junto al cable de la lámpara.
Una mañana el animal no despertó.
Pese a una temporada de comportamientos paranoides durante la que todos fuimos, en uno u otro momento, parte del complot que acabó con la vida de su rata, mi amigo acabó olvidándola.
Toda muerte es lamentable, suelen decir muchos antes de poner un pero. El pero de ésta es que fue muy oportuna pues, por entonces, algunos habíamos observado que, por amor, mi amigo estaba empezando a convertirse en rata.