Una noche más de “sueño despedazado”. Esta vez gracias al Ba-lon-ces-to.
Si ya me fastidió, de entrada, compartirlo con gente como Acebes (llegué a pensar, por la abundancia, que querían crearnos un vínculo inconsciente entre Pepé y Pepu), lo verdaderamente grave fue que perdimos.
¿Qué pasó? ¿Por qué Pau estaba débil, como si no tuviera huesos? ¿Y los tiros libres?: ¿era necesaria la de arena por habernos dado la de cal contra Grecia? Felipe, ¿por qué fuiste el de antes? ¿Por qué jugó tan poco “La Bomba”?, ¿y por qué cuando jugaba no le daban el balón? ¿Por qué esas ayudas alocadas y pasadas de frenada? ¿Por qué iba Sergio a hacer algo mejor de lo que había venido haciendo? ¿Por qué seguimos, como toda la vida, sin un cinco de verdad? Si jugando fatal fuimos por delante tanto tiempo, ¿por qué no dos segundos más?...
¿Por qué tienen los Rusos un base negro que se llama Holden,
si todos los demás tienen nombres acabados en “enko”, “ov” o “tin”
-salvo Khryapa, que siempre me recuerda a “Sex machine”-,
nacionalizado de urgencia por Putin?
Sólo espero tener venganza en Pekín
dos mil ocho.