La amistad está sobrevalorada. Tened por seguro que toda la que pasa por una prueba falla. No se ve en la oscuridad.
No sabe perdonar y es egoísta: cuando el amigo no encuentra contraprestación a su amistad, la deja diluirse, de forma pasiva pero consciente, buscando en ti y encontrando, además, justificación para ello. Es -para mayor inri- desagradecida, y reprocha las ayudas pues las considera manifestación de prepotencia; de inferioridad, mirado a la inversa. Algunos generan incluso tremenda agresividad, como éste con fama de “el mejor”.
Y pese a que dicen que la certeza es lo que la diferencia del amor, yo creo que en eso son iguales.
Analizándolo todo, es lógico, pues uno no escoge a sus amigos por mérito, sino por cercanía, porque estaban allí…, o por creer ver algo en común, aunque, en el nacimiento, ese factor suele ser banal, insuficiente. Así que las reclamaciones deberían ser ante si mismo, por comprar sin comparar.
Pero después de toda esta diatriba, si uno reflexiona, es posible que cuente tres o cuatro personas -si le salen más, es tonto, y si lo dice, lo parecerá- a las que podría otorgárseles el beneficio de la duda. Esos que, haciendo memoria, alguna vez se preocuparon por algo más que por el exterior y a los que no has tratado con justa reciprocidad. Malditos el cambio de punto de vista y la empatía.
Así que vuelta a empezar: la primera frase ya no me parece cierta. Pero esto ya está escrito, y la contradicción supongo que impulsará la reflexión, de la que saldrá, quizá, una conclusión.