Otro sin carné de padre.
Una niña de cuatro años se ha matado tras caer desde 137 medidos metros de altura en el Gran Cañón del Colorado. Su padre debía ser -o debe, mejor dicho, pues él sigue vivo. ¿O estaba mejor dicho “debía”, ya que ha dejado de ser padre? Bueno, da igual- un optimista antropológico: además de dejarla pulular alegremente al borde del abismo - ¿qué malo podía ocurrir en vacaciones?-, bajó y trató de reanimar a la pobre cría que no creo que estuviera ya para muchos ánimos.
Si ya lo dice el refrán…