Esta noticia me ha recordado una anécdota que me contó alguien, psicólogo de profesión, de cuyo nombre no quiero acordarme [vía El Quijote].
Un paciente suyo le pidió por favor si podía recibir a una conocida, monja, que se veía incapaz de desfacer un entuerto (y dale) que se había planteado en el convento del que era superiora. Parece que se había colado entre las novicias una lesbiana; hiperactiva, promiscua y con vocación docente. En menos de un mes se ensayaban allí dentro todas las combinaciones posibles.
No sé cual fue el consejo ni si fue eficaz, pero parece mentira que Dios no se ocupe personalmente siquiera de los problemas de su harén. Asimismo, considero imperdonable la actitud de las hermanas: sabemos que los años de matrimonio van apagando el deseo, pero siendo el marido todopoderoso y altísimo, si no por respeto y admiración, por acojone, podían las monjas haberse dado duchas frías.