A veces escribo sobre lo que sueño. Otras veces camuflo en sueño ensoñaciones, hechos o meras invenciones y las escribo. Esto es otra cosa; o lo mismo, quizá.
Ha sido algo así como lo inverso a lo que ocurre al final de esas lecturas nocturnas -ya acostado- en las que uno se empeña en terminar un capítulo o una página y no puede avanzar con sentido una línea, pues cae en breves sueños cada vez que fija la vista.
Yo he soñado texto: blanco sobre negro, y leído a la vez en voz alta, rápida y no la mía (mas si no somos capaces de reconocerla como nuestra cuando la oímos grabada, me pregunto si lo somos al soñar con ella). El contenido no tenía mucha coherencia, aunque algunos fragmentos habría subrayado si eso hubiera sido posible.
Al contrario del común de los sueños, que no se retoman, los continuos despertares no paraban la lectura, que continuaba a cada cabezada, por breve que fuera.
Tenía fiebre.