Friday, October 12, 2007

Muerte de un conejo

Lo que cuento a continuación acaba de ocurrir.

Ya me había hecho suficiente daño durante lo que iba de semana, así que tocaba correr suave, como dicen por ahí, un rodaje de recuperación.
Fresco y soleado; lo mejor.
Trotaba relajado por un camino ancho cuando divisé a lo lejos una bola peluda que identifiqué como un conejo acurrucado. Hice lo de siempre: “psssssss”, pero no hubo reacción, lo mismo que cuando pasé a un metro escaso de él. Lo oí en mi cabeza: “se llama Pujalte”.
Ya estaba deseando volver a verlo, así que aceleré. Segunda vuelta. Lo mismo. Pensé que en un rato, dándole tiempo al sol, el animal entraría en calor. Pero en la tercera pasada lo encontré rendido, estirado…, muerto.
Él podía haber elegido cualquier otro día, pero eligió éste tan señalado. Optó por celebrarlo en la modalidad solitaria, sin familia, sin amigos, sólo yo.
Yo podía haberlo apartado o enterrado, pero lo dejé para que se lo comiera un gato.
Según me alejaba conteniendo las lágrimas, imaginaba a mis espaldas el ondular de un cielo rojigualdo. En ese momento oí un sobrecogedor rugido en progresión: sobre nosotros pasaba, en varias formaciones, toda la sección aérea del Desfile del Día de las Fuerzas Armadas, que rendía un último homenaje a un conejo que siempre estuvo orgulloso de ser español.