Tuesday, November 20, 2007

Cura en Alaska

Este tipo de noticias es tan habitual en Estados Unidos que se da ya como las que informan de grandes operaciones empresariales o societarias: la mayor fusión, la mayor adquisición, la mayor indemnización, 20, 30…, 50 millones de dólares. Estos quedan, sin embargo, lejos de los 660 millones que pagó hace poco la Archidiócesis de los Ángeles.
Lo maravilloso del verdadero liberalismo es que todo es negociable. Incluso en causas penales puede el juez pedir a las partes que no le den la lata y lleguen, por agilizar, a un acuerdo entre ellas. Sólo hay que tener dinero.
Los Jesuitas dicen de sí mismos que son los marines de la Iglesia Católica. No quieren cargos ni distinciones -aunque creo que al más empollón lo llamaban "príncipe"-, sólo estar en primera línea, ayudando a la parte del prójimo que más lo necesita. En este empeño, algunos comandos llegaron a las inhóspitas tierras de Alaska y durante los largos inviernos se dedicaron a lo que todo cura norteamericano parece creer consustancial a los votos. Sólo parte de los hechos sucedieron durante el papado de Juan Pablo II -te quiere todo el mundo-, así que no podemos culpar únicamente al casi santo polaco, gran defensor de la pederastia y la ortodoxia. Otros deben compartir la responsabilidad, entre ellos los niños esquimales, que van provocando.
Si así se comportan los más comprometidos, qué no harán esos que pululan, de punta en blanco, por pasillos de palacios renacentistas y tienden el anillo para que se lo besen los neófitos. Asombra que luego, con caras de víctima, se quejen de la clerofobia reinante en esta sociedad moderna que consideran -con cierta razón, pero sin autoridad moral para decirlo- carente de valores.