Acabo de leer que unos científicos han hecho un experimento, a saber: han creado un robot que, infiltrado en una colonia de cucarachas, se hace con el liderazgo de la misma y es capaz de hacer que los insectos adopten comportamientos contrarios a los que les son propios, como, por ejemplo, buscar refugio en lugares iluminados.
No menos iluminados que esos lugares y que ese grupo de científicos están los políticos españoles. Hay uno en especial…, sí hombre, ese bizco y mal teñido que hace gestos raros. No recuerdo ahora su nombre. Sí, corcho, ese al que El Todopoderoso ha debido designar su portavoz en la Tierra, pues no para de decirnos lo que Dios manda. El gallego que arrastra las eses. Ese que dice muchas veces, al estilo Ana Obregón, “yo he sido Ministro del Interior”, seguido de lo que cree que aprendió en ese empleo. El que, personalmente o a través de pluma o voz de alquiler, apela constantemente al sentido común, demostrando con ello que no sabe en qué país vive. Coño, el registrador. Nada, cuando no sale, no sale. Lo mejor es no cebarse: dejar la mente en blanco. Y yo voy a dejarla así: blanca y rasa, a disposición de líderes robóticos que sepan qué es lo que me interesa, lo que me conviene y lo que manda Dios.