Ayer detuvieron a 16 funcionarios del Excelentísimo Ayuntamiento de Madrid por tener montado un pequeño negocio de gestoría para agilizar los trámites de concesión y renovación de licencias. “Guateque” ha llamado el cachondo de siempre a la operación policial. Estos aprendices, al seguir el ejemplo de papá, no habían tenido en cuenta las diferencias.
Cualquier contrato público de cierta entidad lleva aparejada una comisión: el 3% catalán que, por mi experiencia, es representativo del conjunto. Los realmente interesantes se reparten entre un pequeño número de empresas por sector, cada vez menor, pues muchas de las grandes se mueven en diversas actividades.
Este panorama es campo abonado para que los partidos políticos se agencien una fuente de financiación adicional y las grandes empresas se repartan pacíficamente el pastel sin tener que ajustar demasiado los precios; total, es mejor presupuestar un 3 o un 5% más y repartir, que tener que competir en precio.
El consistorio, hábitat natural del político corrupto -no porque se corrompa allí, sino porque es el sitio perfecto para el corrupto vocacional-, es el primer nivel: donde esto se puede ver en su esencia cutre; donde, aún manteniendo normalmente la excusa del partido (los hay muy directos que no necesitan excusa alguna), se sabe que el sobre es para compartir.
Factor evidentemente vital es la discreción; arriba: somos siempre los mismos, si esto se sabe, te ponemos la cruz; y mañana juegas otra vez, aquí o allí, donde da la casualidad de que también gobierna mi partido; y si manda otro, da igual, pues te has ganado fama de inseguro; y abajo: “no puedo decirte nombres, pero necesito sesenta mil euros en B; me los ha pedido Fulanito como ayuda para el partido”. (Al partido llegarán 20, el resto se repartirá entre Fulanito -que sólo había pedido 40- y el intermediario de la empresa. De esta forma complementarán sus inmerecidamente bajos sueldos.)
Si todo se diera así, estaríamos ante un oligopolio inadmisible, sin embargo, hay muchas palancas que tocar y resortes que manipular en un proceso de adjudicación: técnicos, jurídicos, administrativos, políticos…, y varios de cada uno. Si entran diversos jugadores y empiezan a tocar y a manipular, la libertad de mercado resurge de sus cenizas, demostrando que el neo-neoliberalismo -con su paradigma: todas las empresas concursantes han comprado a todos los participantes en el proceso de decisión, a todos los niveles- es el camino.
Los chicos del guateque no “ayudaban” a grandes empresas, sino que se movían en el humilde territorio del pequeño negocio: el bar de copas, el todo a cien, la peluquería de barrio…Pobres y multitud. Quizá fue su afán por servir el que les nubló el sentido y no les dejó adelantar que, frente a muchos agradecidos, siempre aparece un ingrato que se cree que todo el monte es orégano, y lo quiere todo bueno, bonito, gratis y rápido.