Hay que ser ciego para no haber observado algo mucho más obvio que el cambio climático: la expansión navideña.
La navidad es consumo, y ampliarla favorece a muchos. El comercio es, por supuesto, el principal interesado, así que adopta las medidas que están en sus manos: decoración prematura, ofertas, exposición de productos, contratación de publicidad…
Los poderes públicos -supongo- no verán con malos ojos un empujoncito de última hora a la demanda, o sea, un tironcito de la oferta, es decir, de la economía. Cuidadito con la inflación. Además, pensando en micro, la navidad es tiempo de paz, de tregua, y uno puede dedicarse a sus tejememanejes sin demasiadas interrupciones. ¿Será por eso que en Madrid tenemos las luces colgadas desde hace un mes?
No alcanzaba a entender el interés de los medios de comunicación, especialmente de la televisión, pero, dándole un par de vueltas, pudiera ser que cobraran por colaborar en la generación artificial del ambiente navideño. Ayer mismo ya nos encasquetaron dos telefilmes de ñoñería, nieve, arbolito y milagro, y hoy empiezan “con las drogas duras”: Santa Claus 2. Es más efectivo que los anuncios, cuya demanda, por cierto, también se incrementará.
Aunque la web isitchristmas.com responda “no”, yo aprovecho para desearos un feliz año 2009.